Pragmatisme et education: James, Dewey, Rorty

Brigitte Frelat-Kahn
Paris, Vrin, 2013

Javier Toro
Candidato a Doctor en Filosofía, Universidad de Valencia, Valencia, España
E-mail: spinozayer@yahoo.es


En este libro, su autora tiene como objetivo reconocer y analizar la contribución de la tradición pragmatista a la educación. El análisis pasa también por las razones por las que el pragmatismo fue ignorado durante casi todo el siglo XX en Francia. Según Frelat-Kahn, esto no fue solo a causa del innegable espíritu americano de esta filosofía (un espíritu que, según Bertrand Russell, sería una expresión de mercantilismo), sino también por su carácter anti-racionalista y anti-cartesiano, en clara oposición a la tradición francesa (no solo filosófica, sino también políticamente). Como lo dijera Durkheim en 1913: "Si aceptamos esta forma de irracionalismo que representa el pragmatismo, todo el espíritu francés se vería transformado." (Citado en Frelat-Kahn, p. 13). Considerando esta reticencia hacia el pragmatismo, el libro de Frelat-Kahn es una buena noticia, la cual no solo habla bien del estado del pragmatismo, sino también del espíritu tolerante en la filosofía francesa actualmente, la cual, finalmente, ha dejado de ver al pragmatismo como ese irracionalismo mercantilista que tanto molestaba a Russell y Durkheim, y ha aceptado que este enfoque filosófico puede aportar claves para la vida actual. De hecho, el libro de Frelat-Kahn se suma a otras publicaciones y traducciones recientes de JP Cometti, G. Deledalle, M. Girel y J. Zask, las cuales se han encargado de acercar el pragmatismo a la academia francesa.

A diferencia de otros libros sobre el tema, el libro de Frelat-Kahn se enfoca exclusivamente en el legado de William James, John Dewey, y Richard Rorty en relación con la pedagogía, excluyendo, sin embargo, a C.S. Peirce -perteneciente, con James y Dewey, a la tríada de los padres fundadores del pragmatismo. La exclusión de Peirce en este libro se explica por el énfasis que la autora quiere dar a las facetas pluralista y constructivista del pragmatismo, las cuales no ven con buenos ojos la idea peirceana del "límite ideal de la ciencia". A diferencia de Peirce, quien creía que la posibilidad de la Verdad se encontraba en un consenso científico, James, Dewey, y Rorty, como nos dice Frelat-Kahn, sitúan la pluralidad de experiencias por encima de los principios a priori de la certeza: "El pragmatismo, en vez de interesarse por los principios a priori de la posibilidad de la certeza, se interesa por las condiciones efectivas del conocimiento."1 (p. 14) Como nos dice la autora, es precisamente a causa de su antiesencialismo que el pragmatismo no fue bienvenido en Francia, pues en este país la educación republicana fue concebida como una herramienta racional que permitiría a cada individuo alcanzar un "ideal": "la escuela francesa busca particularmente que cada individuo pueda ser lo que debe ser... La escuela en Francia se construye sobre la hegemonía del principio de la unidad organizativa y emancipadora, y no sabría tolerar la expresión de la diferencia plural." (179)

En el libro de Frelat-Kahn se muestra la forma en que el pragmatismo se presenta como una alternativa a las tradicionales dicotomías en la filosofía. En particular, con respecto a la educación, el pragmatismo permite superar la clásica dicotomía entre individuo y colectividad, pues niega la posibilidad de la existencia de un individuo por fuera de la sociedad: a diferencia del racionalismo cartesiano, el pragmatismo no concibe el solipsismo como un reto a superar; más bien, para el pragmatismo, la duda y la justificación de las creencias tienen un carácter social. De manera que es difícil para el pragmatista concebir un individuo por fuera del vínculo social (a la manera de Descartes y Hobbes). Sin embargo, el pragmatismo también rechaza la totalización de la sociedad en detrimento del individuo, como lo llegara a pensar Rousseau, una totalización de lo social como fin transcendente. Contra tal totalización el pragmatismo defiende la singularidad del individuo y la importancia de la interacción social.

En esta obra se ponen de relieve dos características centrales del pragmatismo: el rol de la verdad con respecto al rechazo del dualismo y la afirmación del pluralismo. La cuestión de la verdad es un problema central dentro del pragmatismo, pues los pragmatistas reemplazan la noción metafísica y transcendental de la verdad como correspondencia por la noción de verdad como justificación. De otra parte, el pragmatismo es una filosofía estrictamente pluralista, incluso anti-solipsista. Para los pragmatistas la duda cartesiana no tiene un sentido filosóficamente relevante, pues la individuación, al igual que el lenguaje y el significado, es una cuestión social. El rechazo del dualismo y la afirmación del pluralismo hacen del pragmatismo, de acuerdo a Frelat-Kahn, una filosofía anclada en la problemática social: "los pragmatistas rechazan la pretensión de poder separar netamente las proposiciones científicas de las proposiciones relativas a valores. Para ellos, la investigación tiene tanto que ver con el conocimiento como con la política." (8)

Tiene entonces de meritorio esta obra poner el énfasis en que el pragmatismo, si bien es sobre todo una filosofía enfocada hacia problemas lógicos y epistemológicos, tiene también importantes consecuencias para la educación. Precisamente el rechazo a la doctrina de la verdad como correspondencia a una realidad transcendental y la insistencia sobre la importancia de la socialización, tienen como consecuencia que el conocimiento sea concebido como una construcción y una cuestión social.

En la primera parte del libro, que se ocupa de la recepción del pragmatismo en Francia, la autora se enfoca sobre la figura de Dewey, y analiza los motivos por los cuales éste se conoce en Francia más como un educador que como filósofo. Resulta bastante desafortunado que en Francia bastaran las ligeras críticas de Durkheim y Russell (entre otros) para que la obra filosófica de Dewey fuera ignorada, y en cambio su nombre fuera ligado estrictamente con debates sobre la pedagogía. Por esto, es muy positivo que el libro de Frelat-Kahn no sólo reivindique el legado filosófico de James, Dewey y Rorty, sino que también argumente que hay un vínculo claro entre el enfoque pragmatista y la pedagogía contemporánea. De manera que el legado pedagógico de Dewey es inseparable de un enfoque filosófico. En vez de interesarse por principios transcendentales sobre la verdad y el conocimiento, Dewey se interesa por el esfuerzo individual para resolver problemas, los cuales, claro está, no son los mismos en cada situación. La situación problemática, según Dewey, es una situación objetiva que confronta al individuo con un obstáculo y diferentes alternativas. Es por esto que la historicidad y la genealogía del problema no sean del todo ajenas a la filosofía: tanto educación como filosofía forman una unidad objetiva de experiencias de vida; éstas no son una "propedéutica" para la vida, son la vida misma. Es por esto que la pedagogía de Dewey, que insiste en la experiencia y la experimentación, es rechazada por el enfoque pedagógico de la Nueva Educación, que se desarrolla durante la primera mitad del siglo XX2. Según este enfoque, la educación se concibe como un proceso que guía y prepara al estudiante hacia la virtud y la vida democrática. Tal idea de un fin transcendental es contraria al pragmatismo, pues éste "se niega a convertir la democracia en un ideal a venir, pues se niega también a adherirse a la idea de un fin o un bien último." (57) Para el pragmatismo, más que una meta, la democracia es una experiencia que nos permite superar la dicotomía entre individuo y colectivo: "la democracia no es tan sólo una forma de gobierno, es la experiencia misma de una sociedad que le permite a los individuos interesarse personalmente por las relaciones sociales." (57)

El anti esencialismo del pragmatismo se expresa por medio del rechazo a la teoría clásica de la verdad como correspondencia a una realidad fija y transcendental que defiende la idea que nuestras teorías y lenguaje reflejan un reino independiente. De Platón a Kant, la filosofía se ha considerado como una búsqueda de certeza, por medio de la cual el individuo racional puede descubrir la realidad en sí misma. En oposición a esta doctrina, los pragmatistas aseguran que cuando hablamos sobre la "verdad", hablamos de un proceso de justificación o verificación: "contra los racionalistas que proclaman la eternidad, el carácter absoluto y la unicidad de la verdad, el pragmatismo afirma que la verdad se construye por medio de la experiencia." (140) De otra parte, dicha verificación no debe relacionarse a un criterio exterior e independiente del conocimiento, es más bien un proceso de guía hacia una mejor adaptación de nuestras creencias. De manera que, para los pragmatistas, la verdad no es una cuestión de correspondencias entre lenguaje y teorías con una realidad transcendente, sino más bien una relación entre ideas y creencias, tal como lo pensara Peirce: "el valor intelectual de las ideas reside en las relaciones que éstas tienen las unas con las otras al interior de un juicio, y no en relación a las cualidades que posean ellas mismas." (C.S. Peirce, citado en Frelat-Kahn, 110)

De manera que, para los pragmatistas, la cuestión de la verdad se relaciona con la actividad y el dinamismo, pues para éstos las ideas adquieren veracidad solamente en la medida en que guían nuestra experiencia: "Cualquier idea que nos ayude a abordar una realidad responde suficientemente al criterio que permite afirmar que tal idea está de acuerdo con la realidad. Esta será la verdadera idea de tal realidad." (W. James, Pragmatismo)

Para Dewey, por su parte, la verdad estaba ligada a la idea de asertividad garantizada: la garantía y justificación de todo juicio se encuentran en la lógica de la investigación; de manera que el problema de la verdad es el paso de una situación problemática a una situación que no lo es. Es así que una idea solo se vuelve verdadera después del proceso de asertividad garantizada procurada mediante la investigación. De manera que, al contrario de toda la tradición de la filosofía occidental, el pragmatismo no encuentra la verdad al interior de las ideas: la verdad de éstas es un proceso de construcción de su significación y su garantía.

La tercera parte del libro de Frelat-Kahn está dedicada a la relación entre pragmatismo y pluralismo. Como buenos anti-dualistas, los pragmatistas rechazan la idea de la separación esencial entre individuo y sociedad, pues es imposible concebir el uno sin la otra; como lo dijera James, "la comunidad se estanca sin el impulso del individuo. Pero tal impulso no es posible sin la simpatía de la comunidad." El hecho que el individuo se construya al interior de la sociedad permite a los pragmatistas rechazar la idea racionalista de un individuo dotado naturalmente de derechos y una conciencia autónoma. Para aquellos quienes, después del legado de Descartes, conciben al individuo aislado de la sociedad y con una conciencia autónoma, el pluralismo equivale simplemente a la acumulación de individualidades; es más, para éstos el pluralismo es la condición de posibilidad para la expresión de la libertad individual. Es así como, bajo tal enfoque, el pluralismo equivale simplemente a la tolerancia de la diferencia. Por el contrario, en el libro de Frelat-Kahn se muestra que para los pragmatistas la expresión de la pluralidad no implica una división entre individuo y sociedad, o que el individuo pueda llegar a ser una unidad completa por fuera del vínculo social:

"Podríamos pensar, de otro lado, que más que un régimen de tolerancia, el reconocimiento y la implementación política del pluralismo serían condiciones de posibilidad de un proceso de individualización. Es esto precisamente lo que resulta importante del pluralismo para el pragmatismo; pues al igual que el individuo y la sociedad no son dos entidades enfrentadas, y que el individuo no se pueda separar de lo colectivo, el individuo en sí mismo es también una pluralidad." (121)

De otro lado, el rechazo a la idea de una verdad absoluta también tiene una consecuencia política: "la búsqueda de una unidad equivalente a un principio exterior y superior que sirve de fundamento a nuestras proposiciones y decisiones, va de la mano con la justificación de la sumisión de los individuos a una autoridad absoluta." (143)

Frelat-Kahn nos muestra que para los pragmatistas, como por ejemplo Rorty, la solidaridad no se basa en la objetividad, sino a la inversa. El pragmatismo, que antes que cualquier cosa es una filosofía enfocada a una interpretación radical de la verdad, conlleva consecuencias políticas: "el individualismo, como reivindicación, ha resultado útil para la lucha contra el absolutismo. Pero, de otro lado, podríamos rechazar tal idea de un individuo natural dotado de necesidades plenamente formadas y de la energía necesaria para seguir su propia voluntad." (149) Es así que el pragmatismo es una filosofía que rechaza el individualismo, el atomismo -pues no existen estructuras fundamentales por encima de las que se basen la solidaridad o los derechos individuales-, y el absolutismo -pues la democracia no se concibe como un fin en sí misma. De manera que para el pragmatismo la individualidad es ante todo una cuestión social.

El libro de Frelat-Kahn insiste también sobre las ideas pragmatistas de construcción, cooperación y amejoramiento (betterment). El conocimiento, lejos de ser una cuestión finalizada y perfecta, se encuentra en continua construcción. A diferencia de la tradición filosófica occidental, el pragmatismo no es una búsqueda de la certeza y la verdad absoluta, sino más bien, una insistencia sobre la experiencia continua del saber y su transmisión. Por lo tanto, el pragmatismo aconseja evitar la prescripción del saber como progresión de acuerdo a la cual un conjunto de "hechos verdaderos" son clasificados y descompuestos.

Como se dijo más arriba, el pragmatismo rechaza la idea del lenguaje como representación de una realidad transcendental. Para el pragmatista, eso que llamamos "realidad" es una construcción de nuestras teorías, las cuales nos ayudan a enfrentar las situaciones problemáticas. Es por esto que los pragmatistas han abandonado el modelo platónico que buscaba la exactitud de la representación y hacía del conocimiento el descubrimiento de una realidad transcendental, y se han enfocado hacia la búsqueda de la producción de nuevas relaciones con el conocimiento.

También habíamos dicho que, a causa de tal rechazo de la verdad absoluta, el pragmatismo es considerado como un relativismo, para el que todo es válido. Sin embargo, como también se dijo, el pragmatismo rechaza tal relativismo, lo que trae consecuencias para la pedagogía: el pragmatista rechaza "el ideal de la inocencia de un niño, ideal que estaría al origen de toda experiencia y permitiría el descubrimiento autónomo de sus propios recursos. La experiencia del niño es una experiencia compartida, transmitida por el medio social y sin la cual éste sería un individuo aislado y desnudo." (172)

De igual forma, el pragmatismo rechaza también "la idea que los programas pedagógicos transmitirían un contenido artificial exterior a los intereses del estudiante y exterior a la inteligencia que el maestro moviliza para la elaboración del ambiente que estimula e incita a sus estudiantes." (172) El pragmatismo, que se opone a todo dualismo, no puede aceptar la idea de un saber ajeno a los intereses de la persona. Toda teoría y componente del conocimiento deben estar ligados a la cultura y deben significar una diferencia en la práctica. Solo así podemos pensar al pragmatismo como la sustitución de la experiencia sobre los principios a priori.

Finalmente, cabe señalar que el anti-platonismo del pragmatismo está ligado a la idea del amejoramiento, pues éste "a diferencia del perfeccionismo que supone la idea de intuición de una esencia transcendental, se contenta con simplemente afirmar la continuidad del orden de lo posible para una adaptación óptima relativa." (189)

La obra de Frelat-Kahn resulta muy original para el contexto de la filosofía francesa, pues como se dijo más arriba, se suma a otros pocos esfuerzos de tomar en serio al pragmatismo en lengua francesa. Sin embargo es lamentable que en un libro editado por la editorial Vrin (y con un alto precio) se cometan tantas fallas de ortografía con respecto a nombres en inglés3. Estos gazapos carecerían de importancia si no fuera porque son un signo del largo camino que aún tiene que recorrer la filosofía francesa para superar su aislamiento con el mundo académico anglosajón.

Citas de pie de página

1. Todas las traducciones son hechas por el autor de la reseña.

2. El enfoque pedagógico de la Nueva Educación, que se desarrolla en Francia y Bélgica a inicios del siglo XX, cuenta entre sus principales figuras a Roger Cousinet, Ovide Decroly, Adolphe Ferrière y Edouard Claparède.

3. Entre las numerosas fallas encontramos "Pierce" en lugar de "Peirce", "Two Dogmas of Empiricismus", y "Proceedings of the Aristotelician Society".


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