Hacia una historia social de la filosofía. Preludios a un programa de Investigación*

Towards a social history of philosophy. Topics for a research program

Damián Pachón Soto
Universidad Santo Tomás, Bogotá, Colombia
Profesor Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Santo Tomás. Candidato a Doctor en Filosofía por la misma Universidad. Autor de los libros: Estudios sobre el pensamiento colombiano (2011), La civilización unidimensional. Actualidad del pensamiento de Herbert Marcuse (2008), Preludios filosóficos a otro mundo posible (2013). Dirección postal: Carrera 9 A Número 63-28, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Santo Tomás. Barrio Chapinero. Bogotá.
E-mail: damianpachon@usantotomas.edu.co

Recibido: mayo 14 de 2015
Aprobado: septiembre 2 de 2015

* Este artículo forma parte de la línea de Investigación Estudios de historia del pensamiento y la cultura en América Latina, del Grupo de Investigación Fray Bartolomé de las Casas de la Universidad Santo Tomás.


Resumen

Partiendo de los atisbos de historia social de la literatura que teorizó el filósofo colombiano Rafael Gutiérrez Girardot, el presente ensayo explora la posibilidad de postular un programa de investigación llamado historia social de la filosofía que dé cuenta de los procesos de producción, circulación, distribución y consumo de la filosofía en América Latina. Esta propuesta historiográfica se presenta como una rama de la sociología del saber, y no intenta sustituir la tarea de seguir filosofando sin más en la región, es decir, de continuar haciendo filosofía con vocación de universalidad.

Palabras clave: filosofía; historia; consumo; circulación; distribución.


Abstract

Starting from the approach of a Social History of Literature theorized by Colombian philosopher Rafael Gutiérrez Girardot, this essay explores the possibility of expose a researching program called A Social History of Philosophy that shows the process of production, circulation, distribution and consumption of Philosophy in Latin America. This historiographical proposal is taken as a branch of Sociology of Knowledge and it does not intent to substitute the main task of Philosophy: just philosophize with universal perspective.

Keywords: Philosophy; History; consumption; circulation; distribution.


Historiografía y filosofía

Como es bien sabido, Arnold Hausser planteó una Historia social de la literatura y el arte en 1951. Era un intento de articular las relaciones entre sociedad y literatura y entre sociedad y arte. Sin embargo, su intento no fue el único, pues a él hay que sumarle la relación que planteó Hegel entre literatura y sociedad en su Estética (Gutiérrez, 2012, pp. 173-179), la Teoría de la novela de Georgy Lukács de 1917 y los intentos de su epígono Lucien Goldmann con su llamado "estructuralismo genético" (1975). Sin duda, estas reflexiones aportaron al problema del desvelamiento de las relaciones entre literatura y sociedad.

Con todo, el problema de estos intentos fue el descuido en que sumieron el problema de las mediaciones entre sociedad y literatura, problema que fue encarado por la historiografía francesa de la segunda mitad del siglo XX, continuadora y superadora de la famosa Escuela de los Annales fundada en 1929 por Lucien Fevbre y March Bloch, a la cual se le sumó luego Fernando Braudel. Si bien esta primera generación de los Annales habían superado el positivismo y ampliaron de forma fructífera la historiografía, multiplicando las fuentes, trabajando por problemas, analizando las relaciones entre geografía e historia, así como los periodos largos y cortos, etc., fueron generaciones posteriores, como la de Roger Chartier, las que abrieron paso a una nueva "Historia cultural", donde ésta no sólo es mirada como productos del espíritu, esto es, como "espíritu objetivo", sino donde lo que interesa son los procesos de producción, circulación, distribución y consumo de los productores culturales. Al respecto dice Peter Burke en su clásico libro La revolución historiográfica francesa. La Escuela de los Annales: 1929- 1989:

La importancia de los ensayos de Chartier estriba en que ellos ejemplifican y discuten un cambio de enfoque, como lo expresa el propio autor 'desde la historia social de la cultura a la historia cultural de la sociedad'. Los ensayos significan que lo que los anteriores historiadores pertenecientes o no a la tradición de los Annales suponían en general como estructuras objetivas deben considerarse como culturalmente 'constituidas' o 'construidas'. La sociedad misma es una representación colectiva [...] Chartier decide estudiar no tanto a los campesinos o vagabundos como la manera de ver a los campesinos y vagabundos que tienen las clases superiores, es decir, las imágenes de lo otro (Burke, 1990, p. 85).

En ese sentido, también la cultura y los procesos de significación son vistos como un verdadero campo de batalla, donde la lucha por el control de la cultura, su monopolio, etc., es fundamental. Es ver la cultura y los productos culturales como un campo agonístico, esto es, transido por la lucha. Esta historiografía, sin duda, arrojó aspectos fundamentales sobre el problema de las mediaciones entre literatura y sociedad, de ahí que hoy juegue un papel fundamental en este tipo de análisis.

Los estudios en América Latina de Elías Palti, acogen, en parte, muchos de estos aportes, más ingredientes provenientes del llamado "giro linguistico", trasladados a la historia intelectual. Dice Palti al estudiar el pensamiento político latinoamericano del siglo XIX: "Un lenguaje político no es un conjunto de ideas o conceptos, sino un modo característico de producirlos" (Palti, 2007, p. 17)1. Es decir, Palti analiza el lenguaje político en un determinado momento histórico, pero haciendo énfasis en la constitución del mismo. Esta perspectiva, lleva también a un diálogo con la historia conceptual pues en ella la historicidad de los conceptos pasa a ocupar un primer plano, por ejemplo, en el monumental trabajo de Reinhart Koselleck (2009). De esta manera los lenguajes políticos y los conceptos no son asumidos como un mero trasplante del lenguaje europeo a la América Latina, sino que son mirados desde la perspectiva de su constitución histórica y desde la "lucha por la instauración del significado" de los mismos.

En la región, pues, parte de los problemas de la historia cultural y de la historia intelectual no han estado al margen del quehacer historiográfico. Ha sido más cierto desconocimiento o "regateo" el que ha invisibilizado ciertas apuestas de trabajo. Desde la primera mitad del siglo XX, en la obra de Pedro Henríquez Ureña, se habían realizado grandes atisbos al problema del estudio de las relaciones entre literatura y sociedad, entre ellos, el problema de la europeización del Nuevo Mundo y la constitución de una literatura nueva, la consolidación de la cultura colonial entre 1600-1800 y las relaciones respectivas con la literatura, así como una periodización de la misma y el tema de la "profesionalización del escritor". Esto es patente en su libro Las corrientes literarias en la América hispánica (1980, p. 41 ss). Del problema en torno a la relación entre Literatura y sociedad se ocuparon también críticos como Alejandro Losada y ángel Rama, al igual que el filósofo colombiano Rafael Gutiérrez Girardot. Esto quiere decir, que dentro de nuestra propia tradición intelectual se reflexionó y se ha venido reflexionando sobre algunos de esos problemas.

Pues bien, lo que me interesa plantear aquí, de la mano de la profundización que Rafael Gutiérrez Girardot hizo de los atisbos de "teoría" literaria de Pedro Henríquez Ureña, es: ¿cómo sería posible una Historia Social de la Filosofía", (en adelante HSF)? El punto de partida es, pues, lo que el filósofo y crítico literario colombiano planteó en su escrito Temas y problemas para una historia social de la literatura, de la siguiente manera:

La institución literatura abarca los productos de la literatura, las editoriales y los escritores, los medios de difusión de la literatura, esto es, las bibliotecas, las librerías, revistas, salones literarios, estudios literarios en colegios y universidades, salas de lectura, y los diversos grupos de lectores, esto es, la llamada recepción de la literatura (2001, p. 117).

Hay que aclarar que esta HSF no pretende ser una nueva disciplina que subsuma y supere las historiografías ya existentes. Es sólo un campo específico. En este caso, la filosofía es asumida como un producto del espíritu, cuya producción, circulación, consumo, etc., tiene sus dinámicas propias, donde existe entre la sociedad y la filosofía un conjunto de mediaciones, esto es, de modos, maneras, caminos, formas, puentes, etc., que comunican y permiten tránsitos entre la filosofía y la sociedad y la sociedad y la filosofía. Es decir, la relación no es asumida mecánicamente como pensó Lenin de la metáfora de Marx entre base y superestructura, sino de manera dinámica. No se trata de decir que la filosofía es una superestructura como mero reflejo de la sociedad, sino que se dan un conjunto de tránsitos entre la filosofía y lo social. Así, la sociedad se hace presente en la filosofía, "determina" su producción, su circulación y su consumo, a la vez que la filosofía influye en lo social. Ahora, si la filosofía es un determinado tipo de saber, que tiene su lógica propia, una HSF sólo puede estudiar la filosofía como objeto concibiéndola como parte de los procesos sociales y políticos, de la historia intelectual y, desde luego, como parte de la historia cultural que abarca a tales productos intelectuales. Aquí, pues, se aplican los grandes aportes metodológicos de esas historiografías a la HSF. El resultado será un conocimiento más profundo y detallado del "campo de lo filosófico".

Como su nombre lo indica, la HSF es historia social, esto quiere decir que no prescinde de los aportes históricos del marxismo a la sociología, ni de los estudios históricos, lo cual implica la ocupación con grupos sociales y su composición económica, así como sus ideologías e intereses. Es decir, que la HSF acoge los estudios que dan cuenta de una determinada estructura socio-económica. En esto nos partamos un poco de Chartier. Así se comprenden mejor las relaciones entre contextos sociales y filosofía.

Con todo, la HSF pertenece más bien a lo que se conoce como "Sociología del saber". Esta inclusión de la HSF dentro de la sociología del saber, no deja de lado el hecho de que esta disciplina se comienza a consolidar a comienzos del siglo pasado en la tradición alemana con autores como Max Scheler o Karl Manhein, pero para nuestro interés nos interesa más bien lecturas actuales donde esos aportes son subsumidos, especialmente, en los trabajos de Peter Burke y, muy especialmente, en su Historia social del conocimiento (2013). Esta perspectiva me permite dialogar con los atisbos de Rafael Gutiérrez Girardot en torno a una sociología de la literatura hispanoamericana y trasladar esos aportes a la disciplina filosófica.

Temas y problemas de una historia social de la filosofía

La HSF aquí esbozada debe ocuparse de los siguientes temas y problemas en América Latina:

Debe estudiarse nuestro proceso de europeización, específicamente, el inicio de la formación de una nueva sociedad a partir de 1492, el proceso de pacificación y la creación de instituciones para consolidar la sociedad española entre nosotros, el proceso de señorialización (Romero, 2001, p. 302), la consolidación de una cosmovisión social entre 1492 y el año 1810 cuando se inicia el proceso de Independencia de estas repúblicas.

Es necesario dilucidar el fundamento intelectual de esa sociedad, en especial, el modelo aristotélico-tomista, que realizó una analogía entre el gobierno de la familia, el gobierno del cuerpo, el gobierno del reino, y el gobierno del mundo (Aristóteles, 1985, libro I; Aquino, 1994, p. 63). En nuestro caso, esa económica derivó en la organización de la encomienda y luego en la hacienda, traspasándose luego a los partidos políticos y la estructura social señorial (Guillén, 1996, p. 231), y la manera cómo este fundamento intelectual condicionó los contenidos filosóficos estudiados en gran parte de nuestra vida histórica.

Se debe considerar, igualmente, la pervivencia de la sociedad "colonial" en los lustros posteriores y la manera como la misma condicionó la vida intelectual.

Es necesario incorporar a este análisis el proceso de fundación de colegios y universidades, esto es, de instituciones educativas que se encargaron de la enseñanza de la filosofía. Así como determinar sus fundamentos, fines, políticas y las diferencias ideológicas entre las mismas. En este estudio, el análisis y la comparación de los planes de estudio es imprescindible para determinar los contenidos de la enseñanza y su evolución en la enseñanza de la disciplina. Estos análisis deben abarcar desde el siglo XVI hasta la actualidad.

Una HSF requiere para su esclarecimiento la revisión de la legislación de indias y determinar la forma cómo esa legislación condicionó el quehacer intelectual en el continente, por ejemplo, la real cédula de española de 1556, que ordenaba la revisión del material bibliográfico producido en América por parte del Consejo de Indias (Pachón, 2015, p. 79). Ese estudio permite visibilizar las talanqueras que las autoridades españolas pusieron a la producción intelectual en América Latina.
Es necesario tener en cuenta, así mismo, inventarios del material bibliográfico filosófico, en comparación con otras temáticas, de las bibliotecas de los primeros claustros universitarios del país, así como de las bibliotecas privadas de la época. Esto en parte ha sido ya tratado por autores como Renán Silva. Este estudio debe realizarse en distintos periodos de nuestra historia para tener un mapa general sobre la "democratización de la educación" y desde luego, de la filosofía. Esto permitirá determinar en distintos periodos -de corta o larga duración- su proceso de menor o mayor circulación en la sociedad.

En el caso de América Latina, es necesario realizar estudios cuantitativos sobre el progresivo proceso de alfabetización, a la vez que realizar estudios comparativos con la sociedad europea. Es claro que La Reforma, como lo advirtió Hegel exigía un público lector que se pudiera enfrentar con la biblia, a diferencia de la sociedad hispánica donde pervivía esa religión exterior que conservaba la jerarquía eclesial en desmedro de una interpretación personal de las escrituras (Véase, Hegel, 1974, pp. 657 y ss.). Entonces, esos estudios relacionan público lector con consumo literario y permiten, en el caso de la HSF, aventurar hipótesis sobre el consumo de los productos filosóficos (manuales, libros, periódicos, revistas).

La Sociología del saber se ha preocupado por la formación del intelectual en la sociedad y su diferenciación. Para el caso europeo entre 1450 y 1750, Peter Burke se ha ocupado de los tipos "escolástico", "humanista", "hombre de letras", así como del surgimiento del intelectual independiente y su participación en sociedades científicas, periódicos o como docentes privados. (Burke, 2013, pp. 37, 55 y ss.) Para el caso de América Latina son valiosos los atisbos de Pedro Henríquez Ureña, los trabajos de Carlos Altamirano (2006, 2014) y el texto La formación del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX de Gutiérrez Girardot. En este último texto dice el colombiano: "la configuración o formación del escritor es el presupuesto de que haya literatura. El escritor es consecuentemente el objeto primario de cualquier interpretación social de la literatura [...] en lo que él pretende y en lo que lo condiciona y él condiciona socialmente, puede descubrirse la compleja red de la mediación" entre sociedad y literatura. Esto equivale a decir, para nuestro caso, que el filósofo o lo que se ha entendido por tal en los distintos periodos históricos, es clave en el proceso de establecer las mediaciones entre filosofía y sociedad (2012b, pp. 270-271). Aquí también es importante el estudio de cómo se forman las "redes intelectuales" y de cuáles son esos "ritos de interacción" entre los mismos, esto es, cuáles son las maneras de encuentro, y cuáles son los proyectos comunes que les permiten identificarse e interactuar con determinados propósitos. Estos aspectos se le deben a los esfuerzos teóricos de Randall Collins por explicar el cambio intelectual (2000). En el caso de Colombia, por ejemplo, para el campo filosófico es importante el estudio de redes intelectuales como las que formaron los colombianos Danilo Cruz Vélez y Luis Eduardo Nieto Arteta con Francisco Romero en Argentina, etc., en los años 40 del siglo pasado. Estos aspectos alumbran sobre el proceso de consolidación de la filosofía moderna entre nosotros.

Debe estudiarse el proceso de circulación y consumo de la filosofía en distintos periódicos históricos. Esta labor presupone el estudio de difusión social de la imprenta, en el ámbito público y privado, la creación de periódicos, círculos de lectores filosóficos, revistas2, librerías y editoriales3; grupos y escuelas filosóficas no institucionales, como ha sucedido en Colombia con la actividad desarrollada por personas como Ulises casas, los grupos que estudian la obra de Estanislao Zuleta en Cali y Medellín, la Escuela Filosófica del Vitalismo Cósmico de Darío Botero Uribe en la Universidad Nacional, etc. Asimismo, es necesario hacer estudios cualitativos y cuantitativos de congresos, foros, simposios, al igual que el seguimiento estadístico a la producción bibliográfica y filosófica y los lanzamientos públicos de esa bibliografía.

Un aspecto del cual no se puede pretermitir en una HSF es el referente a las traducciones. En efecto, basta pensar en lo que significó la labor de José Gaos, Eugenio Imáz, W. Roses, etc., para América Latina, en el conocimiento y acercamiento que los nacientes círculos filosóficos tuvieron a las obras de Husserl, Dilthey y Hegel, respectivamente, para ejemplificar la importancia de la labor de la traducción en la distribución, circulación y consumo de la filosofía. En el caso colombiano, nuestra llamada normalización filosófica no hubiera sido posible sin el trabajo de verter al español obras filosóficas, que emprendieron entre nosotros pensadores como Rafael Carrillo, el propio Gutiérrez Girardot, Rubén Jaramillo Vélez o Ramón Pérez Mantilla para sólo citar algunos.

Un aspecto fundamental para una HSF en la actualidad implica el análisis de los grupos de investigación, sus proyectos y su financiación. Esto permite determinar la inversión universitaria y de Instituciones como Colciencias en la producción filosófica nacional.

Es necesario el estudio de la fundación, misión y visión de las sociedades filosóficas, para nuestro caso, de la Sociedad Colombiana de Filosofía y la Asociación Colombiana de Filosofía del Derecho y Filosofía Social. Estas sociedades son, especialmente, espacios de circulación y socialización filosófica y dan cuenta del intercambio, formación de debates y acciones comunes, y su posible incidencia en la legislación educativa y en el espacio social.

Igualmente, el estudio de la presencia de la filosofía en la prensa actual, en los periódicos nacionales y regionales, brinda elementos de análisis para determinar aspectos relacionados con la circulación y consumo de la disciplina en el continente y en Colombia. Del estudio de esa relación, pueden surgir investigaciones fructíferas entre la relación prensa, ideología, poder y filosofía que abre la investigación filosófica, como en muchos de los casos enunciados, a otras disciplinas. Por eso el estudio "Filosofía y prensa en Colombia: el caso del Magazín Dominical de El Espectador (1980-1990)"4 es un trabajo pionero en este tipo de estudios al incluir análisis cuantitativos y cualitativos con los cuales se trató de dar respuesta a la pregunta "'se ocupan los filósofos de las problemáticas nacionales?" (Pachón y Cuellar, 2015). Este trabajo es, pues, una primera aplicación de este programa que propongo aquí.

Conclusiones

Este programa provisional de una HSF en América Latina debe ser puesto en práctica. Sólo proyectos concretos de investigación pondrán de presente sus limitaciones y la necesidad de ajustar teóricamente el proyecto. Sólo la investigación y aplicación concreta permite corregir la teoría, alimentarla o modificarla como pensaba Marx. También es necesario reiterar que este proyecto no sustituye la imperiosa necesidad de "filosofar sin más" en el país. El sub-campo pertenece, como ya se dijo, a la sociología del saber y al fin y al cabo es sólo eso: historiografía. Tampoco es, desde luego, una historia de la filosofía en el sentido en que la entendió Hegel, a saber, como un despliegue de la verdad, de una única filosofía. Es el intento de, más bien, para decirlo foucaultianamente, hacer una "ontología del presente" filosófico entre nosotros, es decir, de diagnosticar el estado actual de nuestra filosofía, el cual se comprende mostrando los procesos mediante los cuales ha llegado a ser "como es", esto es, se entiende mirando sus condicionamientos históricos. Este es el punto de partida para superar muchas de las limitaciones de la actividad filosófica de la región y el país. Del diagnóstico viene, entonces, el intento de superación. Así comprenderemos, por ejemplo, lo que Danilo Cruz Vélez llamó nuestra anormalidad filosófica y encontraremos una explicación del por qué el marxismo, la fenomenología y otras corrientes europeas fueron tan mal recibidas, comprendidas y enseñadas en el continente (Cruz Vélez, 2014, IV, p. 394).

Esto implica que el desiderátum de realizar la tarea del filosofar como actividad crítica, reflexiva, propositiva, etc., sigue su camino; sigue buscando expresarse con claridad, precisión y fuerza y con un riguroso acercamiento a los objetos de investigación. Así evitamos las críticas -no del todo justas- que se le hicieron a la historia de las ideas que instauraron en la región hombres como Leopoldo Zea (1998, p. 314) que -según los críticos- confundieron la historiografía del pensamiento en la región con el filosofar mismo, sin más (Castro-Gómez, 2011, p. 246 ss.).

Citas de pie de página

1. En América Latina, Arturo Andrés Roig realizó interesantes aportes al análisis del discurso. él le apostó concretamente a una historia social de las ideas, pero enfatizando no en la producción, circulación, consumo, formación de redes intelectuales u objetivos que agruparon políticamente a los autores en esas redes, sino en los enfrentamientos discursivos y en las posiciones de discurso que enfrentaron a los distintos pensadores de nuestra América. Así mismo, puso el acento en los valores que tales discursos movilizaban, en especial, valores críticos y emancipatorios. El valor de la apuesta de Roig en su libro más conocido sobre el tema Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano fue el énfasis que también puso en los antagonismos y el papel que las ideas jugaban en los mismos (1981).

2. En nuestra región, la historia intelectual floreció gracias a revistas como la Revista de Occidente de España en cabeza de Ortega y Gasset, la Revista Sur de Argentina en cabeza de Victoria Ocampo y, en Colombia, es imposible dejar por fuera la revista Ideas y valores, fundada en 1951, que dirigió por ese entonces Cayetano Betancur.

3. En América Latina jugaron un papel importantes editoriales como el Fondo de Cultura Económica de México, la Editorial Losada de Argentina y la editorial Siglo XXI editores, para sólo mencionar las más importantes.

4. Versión online en: http://revistas.usta.edu.co/index.php/hallazgos/article/view/2162/2279


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